Francisco de Miranda, nacido en Caracas el 28 de Marzo de 1750, es el Precursor de la Independencia de Venezuela e Hispanoamérica. Hijo del canario Sebastián de Miranda Ravelo y de la caraqueña Francisca Antonia Rodríguez. Es el primer venezolano universal. Sus armas las desplegó en tres continentes: África, Europa y América, y fue combatiente activo en los tres acontecimientos más importantes de su época: la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y la Independencia de Hispanoamérica.
El legado de Francisco de Miranda
Doscientos años más tarde, ¿qué vigencia tiene Francisco de Miranda como figura histórica?
Más allá de lo que fue una colorida vida signada por viajes, persecuciones y fracasados intentos de crear un estado moderno en América del Sur, y del rol inspirador que tuvo en su momento en las vidas de personajes como Bernardo O'Higgins, Simón Bolívar y otros tantos, de quienes realizaron la independencia de América latina, algunas contribuciones de Miranda son aún dignas de consideración:
Primera afirmación en un plano internacional de una identidad política o gentilicio "hispanoamericano"
Papel sellado del año 1829 de la primera República de Colombia (hoy recordada como Gran Colombia)
En 1783, cuando Miranda decide sustraerse del ejército español y viajar por los Estados Unidos, el gentilicio "hispanoamericano" como apelación identitaria no era universalmente conocido, como tampoco lo era el de "latinoamericano", creado mucho tiempo después.
Miranda fue percibido por sus anfitriones estadounidenses como un español americano. En aquel momento, los territorios dominados por España entre el norte de California y la Tierra del Fuego eran considerados por ella y las demás grandes potencias como entidades que podían ser ocupadas o cedidas según los avatares políticos de Europa, sin que jugara rol alguno en ello la opinión de sus habitantes.
De Filadelfia a Moscú y de cuantas maneras le fue posible, Miranda fue el primer español criollo en propagar, a una escala internacional, la idea de que España y la América hispana eran dos cosas distintas, y a reivindicar el derecho de los habitantes de esta última a escoger su propia forma de gobierno y sus instituciones, con autoridades y leyes emanadas de ellos mismos para regir sus propios destinos.
En nuestros días, esto se considera como un derecho inalienable, pero no siempre fue así. Es por ese trabajo de formación de opinión y por los graves riesgos personales que corrió para propagar la idea de la independencia, que a Miranda se le conoce con el título de El Precursor.
La adopción del nombre propio Colombia y los colores mirandinos
Uno de los aspectos más resaltantes de Miranda en tanto que miembro del conjunto de personas que llevaron a cabo la independencia de Norte, Centro y Sur América, es el de haber sido uno de los pocos que propusieron o crearon personalmente elementos o símbolos para dar una identidad a la nueva nación que buscaban crear. De esos elementos identificadores, al menos dos siguen siendo de relevancia en nuestros días.
Uno, el nombre Colombia, fue retomado por Miranda de un debate que ya existía entre diversos autores del siglo XVIII sobre lo apropiado o no de llamar América al continente al cual llegó Cristóbal Colón en 1492. Miranda compartía el criterio de quienes pensaban que lo apropiado era honrar a Colón y utilizó Colombia para designar a toda la América hispana y diferenciarla de la América anglosajona. Este nombre fue retomado en 1812 por Simón Bolívar en su Manifesto de Cartagena y luego en 1819 en su discurso ante el Congreso de Angostura, y será finalmente adoptado ese mismo año en el nombre oficial de "República de Colombia" para denominar al país que hasta 1831 reunirá los territorios comprendidos entre Venezuela, la actual Colombia, heredera de la denominación, y Ecuador. Fue también Miranda quien decidió que el gentilicio que designaría a los habitantes de la nueva nación sería el de "colombianos", ya que, en sus propias palabras, "este nombre es más sonoro y majestuoso que Colombinos" (Archivo del General Miranda, Ed. Dávila, T. XVI, p. 159).
El segundo elemento simbólico escogido por Miranda que es hoy aún relevante, es el esquema de colores con el cual quiso representar a la nueva nación, visible hoy en día en las banderas nacionales de los tres países antes mencionados. Es con esos tres colores -el amarillo, el azul y el rojo- que más de 13 millones de ecuatorianos, 43 millones de colombianos y 26 millones de venezolanos mantienen una relación afectiva difícilmente cuantificable, pero no por ello menos importante.
Sus diarios y su Archivo
Original del Archivo del General Miranda, Academia Nacional de la Historia, Caracas Desconocido durante más de cien años tras el encarcelamiento de su autor, el paradero de los diarios de Miranda y el archivo que guardó a lo largo de toda su vida fue descubierto por el historiador venezolano Carracciolo Parra Pérez en 1927: los 63 volúmenes que lo conforman se hallaban en una biblioteca privada en Inglaterra.
Adquiridos por el gobierno del General Juan Vicente Gómez, los volúmenes fueron editados por primera vez por el Dr Vicente Dávila entre 1929 y 1933 bajo el título de Archivo del General Miranda. Escritos y copilados a partir de 1770, el año en el que deja su Caracas natal, los diarios y el archivo cubren los hechos de armas significativos que Miranda vivió en los ejércitos de España y Francia, los viajes y negociaciones que llevó a cabo en Estados Unidos y Europa, y aquéllos referentes a su actividad durante la Primera República de Venezuela.
Redactados desde la perspectiva del viajero curioso que busca instruirse, los diarios son fuente inagotable de información para el estudio de ese período crucial de la historia de Occidente que comprende el final del siglo XVIII y el inicio del XIX. En ellos se puede encontrar observaciones tan diversas como los salarios de los funcionarios públicos en los países que Miranda visita; las condiciones de salubridad en sus mercados, prisiones, escuelas y hospitales; la calidad de los edificios y los méritos de diversas obras de artes; el comportamiento público y privado de numerosos personajes de relevancia de la época y también el de la gente llana, y muchísimos datos más.
Este compendio personal, único en su género por el alcance de lo observado en una época de grandes transformaciones sociales y políticas, fue reconocido en 2007 por la UNESCO como parte del Patrimonio Documental de la Humanidad e inscrito dentro de la lista patrimonial de la cual forman parte documentos irremplazables como el manuscrito de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven.
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